Sin llegar a tal
extremo, miles de perros y gatos acaban en perreras cada año. Algunos de ellos
consiguen un adoptante, otros no podrán abandonar nunca la perrera y morirán en
su jaula; y, por último, los animales que no pueden ser colocados, los más
mayores o los que tienen alguna tara física, pueden acabar siendo sacrificados
porque en estos lugares normalmente tienen un plazo limitado de vida, ya que no
disponen de medios para mantenerlos de por vida.
Aunque suene
extraño, casi podemos decir que estos animales que viven en perreras han tenido
suerte, pues hay otros que mueren al poco de nacer porque su dueño "no
quería una camada", y ni siquiera se les ha otorgado la oportunidad de ser
adoptados.
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