martes, 2 de diciembre de 2014


Sin llegar a tal extremo, miles de perros y gatos acaban en perreras cada año. Algunos de ellos consiguen un adoptante, otros no podrán abandonar nunca la perrera y morirán en su jaula; y, por último, los animales que no pueden ser colocados, los más mayores o los que tienen alguna tara física, pueden acabar siendo sacrificados porque en estos lugares normalmente tienen un plazo limitado de vida, ya que no disponen de medios para mantenerlos de por vida.


Aunque suene extraño, casi podemos decir que estos animales que viven en perreras han tenido suerte, pues hay otros que mueren al poco de nacer porque su dueño "no quería una camada", y ni siquiera se les ha otorgado la oportunidad de ser adoptados.

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